domingo, 10 de enero de 2021

Review película: Harlequin (1980)



Apenas empieza la cinta vemos que un Senador desaparece bajo las aguas cuando practicaba esnórquel. El preferido para sucederlo es Nick Rast, político con una agenda cargada, un matrimonio en problemas, y un hijo, Alex, en fase terminal por leucemia. Sin embargo, todo dará un giro cuando en la noche que parece será la última del niño, aparece un personaje en la habitación, remitiendo y curando todo vestigio de enfermedad.

A pesar de que la medicina no logra (ni acepta) una explicación clara, la personalidad y pronta amistad con la agradecida madre hace que Gregory Wolf sea considerado un aprovechado charlatán que solo desea acercarse al Poder. Mientras tanto, los vaivenes políticos se entretejen a los costados de Nick, consejeros y estrategas se reflejan enojados con la intromisión y publicidad del nuevo integrante de la familia.


Wolfe tendrá la total aprobación de Alex, que cada día lo ve más como la figura paterna ausente, la cercanía logra que poco a poco el «mago» le abra sus secretos, dejando que su mente no tenga prejuicios y pueda alcanzar lo mejor de su capacidad. Pero, en una fiesta de beneficencia, Wolfe tendrá que usar variados trucos cuando sus enemigos quieran desprestigiarlo…

Hallamos a Robert Powell que personifica al personaje principal, alguien con muy pocos registros acerca de su vida pasada, familiares o actos, como una persona que desprende un aura de curador, mago, hipnotizador, fascinación y a la vez muchas sospechas. La envidia y rabia no son ajenos a los que están cerca del futuro Senador y temen que la cercanía de un charlatán derribe las aspiraciones políticas. 

Además, está el peligro latente, pues Wolfe no deja de sugerir qué pasó realmente y por qué no hallan el cadáver del desaparecido político, algo que incomoda de gran manera a los mentores de Rast. ¿Fue un accidente o un asesinato premeditado?

Los que guían el camino del padre de familia ya de entrada son mostrados como arrogantes, impunes y con ganas de manejar cada hilo, en la cima vemos a Doc Wheelan (Broderick Crawford se luce) que hará todo por su allegado, lo ético no es un problema y no tiene problemas de conciencia mientras logre sus objetivos.

No obstante, si tenemos que aplaudir una actuación, creo que el matrimonio es el mejor exponente: Carmen Duncan interpreta a Sandy, esposa de un político que solo recorre la vida con ideas de progreso, aunque sin un ápice de apego a su propia familia. Ella tomará las riendas tras el proceso mágico de Alex una vez curada de su enfermedad. A la vez, Nick Rast (David Hemmings), comienza como un hombre encantado por la posibilidad de ser Senador, pero no deja de mostrarnos que es una especie de marioneta, hasta su personalidad se va diluyendo y cae cuesta abajo en cada escena. Ambos tendrán que decidir el rumbo que tomará la pareja, mientras Alex queda muy contento con la cercanía y aprendizaje que le toma Wolfe.

La educación y el vínculo emocional que se da entre el niño y el hechicero también es para celebrar, donde la idea de superación solo depende del pequeño. Y esta amistad da celos al padre que aleja el romance de su ya cansada esposa, una relación tirante que tiene signos de aburrimiento. Su personalidad débil duda y se deja manipular por ambos bandos y será crucial qué camino decidirá, factor importantísimo en las escenas finales.


Una historia que relata de forma semitapada muchos elementos que sí ocurrieron en la vida real del último Zar de Rusia: se puede observar la llegada de un monje misterioso (en este caso, un hechicero) que casualmente se llama Gregory, la aparición a último momento y la posterior curación al hijo pequeño del matrimonio salvado de forma extraordinaria cuando su vida estaba casi apagada, la adoración de la zarina por este personaje, el lento ascenso en las esferas del poder y la impotente mirada de los allegados políticos que pululaban alrededor de Nicholas II. Claro que solo son semejanzas porque la cinta luego no deja de mostrarnos el lado verdadero de cada individuo, encarnado por actores que se hacen amar u odiar por sus interpretaciones, la inclusión de magia en varias escenas hace que dudemos si son trucos de ilusión, hipnotismo o dotes sobrenaturales del protagonista.

Curiosidades: el inicio es una referencia clara a Harold Holt, Primer Ministro de Australia que, en 1967 fue a nadar a Cheviot Beach, Victoria. A pesar de las fuertes corrientes se zambulló en el mar, desapareciendo sin dejar rastro. Dos días después, las autoridades informaron que Holt habría fallecido ahogado. Su desaparición dio lugar a diversas teorías conspirativas.

Robert Powell ya venía con el trabajo que lo consagró y a la vez lo encasillaría: la miniserie de 1977 de «Jesús de Nazaret» fue una de las adaptaciones más aceptadas. Sin embargo, Powell nunca más aceptó papeles similares o con pelo largo y barba, ya que la fama de ese papel le trajo también la pérdida de privacidad.

En resumen: El espectador, junto a los que integran la película, nos hallamos dentro de una atmósfera de misterio: ¿qué es real y ficción? No sabemos qué estamos mirando, el paisaje, la fotografía y la banda sonora logran una ambientación inquietante.

Una cinta con magia, toques misteriosos, tintes políticos, dilemas morales y la ambición de poder en los 94 minutos que se pasan volando, nos vemos en otra Locura del Tío Scabbs.


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